DIOSES DE LA MUERTE
El reino de los muertos o inframundo, conocido comúnmente como Mictlan,
era gobernado por el Señor del Inframundo, Mictlantecuhtli, y por la
esposa de este, Mictecacihuatl, los Infiernos, el Chignauhmictlan. Pero
aparte de estas deidades, existían otros dioses y diosas que poblaban
las regiones del Mictlan y que casi
siempre encontramos por parejas. Una de ellas es Ixpuzteque, El que
tiene el pie rotoy su esposa Micapetlacalli, Caja de muerto. Por último
conocemos el nombre de Tzontemoc, El que cayo de cabeza, y su esposa es
Chalmecacihuatl, La sacrificadora .
Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl eran la pareja más importante de las
regiones del inframundo y habitan la más profunda de ellas, a donde
llegan los hombres a descansar, no sin antes entregar a las deidades
presentes valiosos.
Mictlantecuhtli aparece con el cuerpo cubierto de huesos humanos y un
cráneo a manera de mascara, con los cabellos negros, encrespados y
decorados con ojos estelares, puesto que habita en la región de la
oscuridad completa. Adornan su cabeza una rosetas de papel de las que
salen conos, uno sobre la frente y otro en la nuca. Sus animales
asociados son el murciélago, la araña y el búho (tecolotl).
MITO DE LA CREACIÓN
Ometecuhtli y Omecihuatl, el Señor y la Señora de la Dualidad en la
religión azteca, tuvieron cuatro hijos. Cuatro encarnaciones del Sol.
A ellos les encomendaron la tarea de crear el mundo, de dar vida a los
otros dioses y finalmente a la raza humana que los adoraría.
Cada hermano representaba un orden, un tiempo, un espacio, un punto
cardinal y un color. El rojo se llamó Xipe Totec. El negro,
Tezcatlipoca. El azul, Huitzilopochtli. Y el blanco, Quetzalcóatl.
Quetzalcóatl, a quien los hombres también llamaron “gemelo precioso”,
fue el dios civilizador y de los sortilegios. Inventor de las artes, de
la orfebrería y del tejido era, por su enorme sabiduría, de piel y barba
blancas. También fue llamado “Señor de todo lo que es doble”. A
diferencia de su hermano azul, Huitzilopochtli, que era un dios guerrero
y reclamaba continuamente derramamientos de sangre, o del negro
Tezcatlipoca, que era amo y señor de la noche, Quetzalcóatl no deseaba
sacrificios humanos en su honor. Su reino era el claro atardecer.
Cuando los hermanos comenzaron su tarea, cuatro mundos, cuatro soles y
cuatro humanidades fueron sucesivamente creadas y destruidas.
La primera humanidad fue devorada por tigres. La segunda, convertida en
monos. La tercera, transformada en pájaros. La cuarta, convertida en
peces.
Quetzalcóatl, acompañado de una de sus encarnaciones gemelas llamada
Xolotl, descendió a los infiernos, de donde alcanzó a robar una astilla
de hueso de una de las humanidades anteriores para crear la nuestra,
rociándola con su propia sangre. El Señor de la Morada de los Muertos no
pudo detenerlo, ni aun arrojando a su paso bandadas de codornices. Los
demonios nunca dejaron de intentar engañarlo para que ordenara
sacrificios humanos y justificara las “guerras floridas” que reclamaba
su hermano Huitzilopochtli. Pero el amor de Quetzalcóatl por los hombres
no le permitió sacrificar en su nombre más que animales, culebras,
pavos o mariposas, todos ellos consagrados al Sol.
En su encarnación como Nanahuatzin, un dios tan pobre que sólo podía
ofrendarse a sí mismo, se arrojó sin dudar al fuego sagrado. Por ello
fue designado para alumbrar el día, mientras que su competidor, generoso
en ofrendas pero temeroso de las llamas, sólo alcanzó el rango de Luna.
Por su cobardía, otro dios le tiró a la cara un conejo. Quien quiera
verlo, sólo tiene que esperar que salga la Luna y contemplar su rostro,
marcado para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario